Los años 90 son probablemente la mejor década de la Historia de la humanidad. Nos dejaron grandes series, como El príncipe de Bel Air o Lleno, por favor; excepcionales cómicos como Seinfeld o Ángel Garó y discos irrepetibles, como Blood Sugar Sex Magik o el primero de los Mojinos Escocíos.
Pero los 90 sobre todo dejaron huella en el aspecto gastronómico, a saber: los tristemente desaparecidos Drakis (no, los Pandilla NO), el Push Pop (el caramelo retráctil favorito de los informáticos), el Boomy (la ropa de los actores lo peta) y como no, los Petit Suisse congelados.
Porque Danone en los 90 (antes de estos tiempos oscuros en los que no dejan de darnos a entender que Carmen Machi caga muy bien) era una marca muy molona y, entre otras grandes iniciativas, decidió que sus Petit Suisse se podían congelar, dando lugar a uno de los helados más ricos de la época estival. Y eso que por aquel entonces existían los de Ramón el faraón...
Tras esta introducción histórica, vamos al grano. Decidí comprobar si ese buen recuerdo que tenía de los helados de Petit Suisse era producto de la nostalgia o estaban de verdad así de buenos y me hice con un pack de seis en mi establecimiento habitual. Ya la primera impresión fue de que han menguado bastante de tamaño, aparte de que ya no tienen esas muescas características en el envase, siendo sustituidas por unas más estilizadas, pero propias de un Yoplait (muerte a Yoplait).
Obviaré detalles insignificantes acerca de la elaboración del helado y pasaré directamente al momento en el que ya está congelado.
El Grial |
Más efectivo que la onda vital para apagar un incendio |
Veredicto: Delicioso o riconudo (como el peso atómico del Salchichonio).
Nota del autor: Os habréis percatado de que no menciono en ningún momento el hecho de que ahora los Petit Suisse se llamen Danonino. Pues eso.
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